Las calles se convierten en un espacio publicitario electoral libre las fechas cercanas a elecciones.
Hoy me levanté sin ánimos de cocinarme algo para el almuerzo. Desde que desperté no hice más que andar como fantasma por mi casa y comer la fruta que lleva días en la mesa y nadie se atreve a comerla. Pensé en hacerme una taza de avena para complementar, pero me conformé con pensarlo, porque me dio flojera. Pasé la mañana en unas clases de Zoom a la que no presté atención porque no tenía ganas de eso tampoco. Cuando terminaron, salí a dar una vuelta con la intención de comer en el algún restaurante barato donde preparen comida de casa. Decidí tomar el camino largo porque me tenía aburrido ir siempre por las mismas calles. Me di cuenta de que había demasiados carteles publicitarios que llevan colocados desde el año pasado. Carteles sobre estreno de películas en los cines. Carteles sobre promociones válidas hasta diciembre de 2019. Carteles sobre conciertos que fueron cancelados debido al contexto del año perdido. Es como si, de tanto decirlo, el país se hubiera detenido, aunque lleva de